La Chica 100% Perfecta

Foto: lavenderlights.tumblr.com
No hace mucho, después de terminar de ver la fantástica "Kimi no na wa" (君の名は, Makoto Shinkai, 2016), traducida como "Your Name", una película que dicen que pronto llegará a España y que desde Don Zorruno os obligamos a ver desde ya, se me ocurrió que quizás sería una buena idea compartir con vosotros, zorruneros, una pequeña historia que publicara el genio Haruki Murakami allá por 1981. No porque la temática de la película que os he comentado sea la misma que la que cuenta Murakami, sino por las conexiones que uno hace en su mente a posteriori. La historia (el pequeño relato, en realidad) se titula "Sobre Encontrarse a la Chica 100% Perfecta una Bella Mañana de Abril" (四月のある晴れた朝に100パーセントの女の子に出会うことについて) y trata sobre un chico y una chica que se cruzan un día por la calle y saben que están hechos el uno para el otro. ¿Cómo? A continuación lo descubriréis:


Una bella mañana de abril, en una callecita lateral del elegante barrio de Harajuku en Tokio, me crucé con la chica 100% perfecta.

A decir verdad, no era tan guapa. No sobresalía de ninguna manera. Su ropa no era nada especial. En la nuca su cabello tenía las marcas de recién haber despertado. Tampoco era joven, –debía andar alrededor de los treinta, ni siquiera cerca de lo que comúnmente se considera una “chica”. Aún así, a quince metros sé que ella es la chica 100% perfecta para mí. Desde el momento que la vi algo retumbó en mi pecho y mi boca quedó seca como un desierto.

Quizás tú tienes tu propio tipo de chica favorita: digamos, las de tobillos delgados, o grandes ojos, o delicados dedos, o, sin tener una buena razón, te enloquecen las chicas que se toman su tiempo en terminar su merienda. Yo tengo mis propias preferencias, por supuesto. A veces en un restaurante me descubro mirando a la chica de la mesa de al lado porque me gusta la forma de su nariz.

Pero nadie puede asegurar que su chica 100% perfecta corresponde a un tipo preconcebido. Por mucho que me gusten las narices, no puedo recordar la forma de la de ella, –ni siquiera si tenía una. Todo lo que puedo recordar de forma segura es que no era una gran belleza. Extraño.

-"Ayer me crucé en la calle con la chica 100% perfecta", –le digo a alguien.
-"¿Sí?", –él dice. "¿Era guapa?"
-"No, realmente."
-"De tu tipo, entonces."
-"No lo sé. Me parece que no puedo recordar nada de ella, la forma de sus ojos o el tamaño de su pecho"
-"Raro."
-"Sí. Raro."
-"Bueno, de todas formas", –me dice ya aburrido, "¿Qué hiciste, hablaste con ella?¿La seguiste?"
-"Nah, sólo me crucé con ella en la calle."

Ella caminaba de este a oeste y yo de oeste a este. Era una bella mañana de abril.

Ojalá hubiera hablado con ella. Media hora sería suficiente: sólo para preguntarle acerca de ella misma, contarle algo acerca de mi, -y –lo que realmente me gustaría hacer- explicarle las complejidades del destino que nos llevaron a cruzarnos uno con el otro en esa calle en Harajuku en una bella mañana de abril de 1981. Algo que seguro nos llenaría de tibios secretos, como un antiguo reloj construido cuando la paz reinaba en el mundo.

Después de hablar, almorzaríamos en algún lugar, quizá veríamos una película de Woody Allen, parar en el bar de un hotel para unos cócteles. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama.

La posibilidad toca en la puerta de mi corazón.

Ahora la distancia entre nosotros es de apenas 15 metros.

¿Cómo me acerco a ella? ¿Qué debería decirle?

- "Buenos días señorita, ¿podría compartir conmigo media hora para conversar?" Ridículo. Sonaría como un vendedor de seguros.

-"Discúlpeme, ¿sabría usted si hay en el barrio alguna lavandería 24 horas?" No, simplemente ridículo. No llevo ni ropa sucia que lavar, ¿quién va a creerse una cosa así?

Quizá simplemente sirva la verdad: "Buenos días, tú eres la chica 100% perfecta para mi."

No, no se lo creería. Aunque lo dijera es posible que no quisiera hablar conmigo. "Perdóname", podría decir, "es posible que yo sea la chica 100% perfecta para ti, pero tú no eres el chico 100% perfecto para mí". Podría suceder, y de encontrarme en esa situación me rompería en mil pedazos, jamás me recuperaría del golpe, tengo treinta y dos años, y de eso se trata madurar.

Pasamos frente a una floristería. Un tibio soplo de aire toca mi piel. La acera está húmeda y percibo el olor de las rosas. No puedo hablar con ella. Ella trae un suéter blanco y en su mano derecha sostiene un sobre blanco con una sola estampilla. Así que ella le ha escrito una carta a alguien, a juzgar por su mirada adormecida quizá pasó toda la noche escribiendo. El sobre puede guardar todos sus secretos.

Doy algunas zancadas y giro. Ella se pierde en la multitud.

Ahora, por supuesto, sé exactamente qué tendría que haberle dicho. Tendría que haber sido un largo discurso, pienso, demasiado tarde como para decirlo ahora. Se me ocurren las ideas cuando ya no son prácticas.

Bueno, no importa, hubiera empezado "“Érase una vez”" y terminado con "“Una historia triste, ¿no crees?”"

Érase una vez un muchacho y una muchacha. El muchacho tenía dieciocho y la muchacha dieciséis. Él no era notablemente apuesto y ella no era especialmente bella. Eran sólamente un muchacho corriente y solitario y una muchacha corriente y solitaria, como todos los demás. Pero ellos creían con todo su corazón que en algún lugar del mundo vivía el muchacho 100% perfecto y la muchacha 100% perfecta para ellos. Sí, creían en el milagro. Y ese milagro sucedió.

Un día se encontraron en una esquina de la calle.

-"Esto es maravilloso", –dijo él. "Te he estado buscando toda mi vida. Puede que no creas esto, pero eres la chica 100% perfecta para mí."

-"Y tú", respondió ella, "eres el chico 100% perfecto para mi, exactamente como te he imaginado en cada detalle. Es como un sueño."

Se sentaron en un banco de un parque, se cogieron de las manos y se contaron sus historias hora tras hora. Ya no estaban solos. Qué cosa maravillosa encontrar y ser encontrado por tu otro 100% perfecto. Un milagro, un milagro cósmico.

Sin embargo, mientras conversaban, una pequeña, pequeñísima sombra de duda se enraizó en sus corazones: ¿estaba bien si los sueños de uno se cumplen tan fácilmente?

Y así, tras una pausa en su conversación, el chico le dijo a la chica: "Vamos a probarnos, sólo una vez. Si realmente somos los amantes 100% perfectos, entonces, alguna vez, en algún lugar, nos volveremos a encontrar sin duda alguna y cuando eso suceda y sepamos que somos los 100% perfectos, nos casaremos ahí y entonces, ¿qué piensas?"

-"", dijo ella, "eso es exactamente lo que deberíamos hacer."

Y así partieron, ella al este y él hacia el oeste.

Sin embargo, la prueba que habían acordado era absolutamente innecesaria, nunca debieron someterse a ella porque en realidad eran el amante 100% perfecto el uno para el otro y era un milagro que se hubieran conocido. Pero era imposible para ellos saberlo, jóvenes como eran. Las frías, indiferentes olas del destino procederían a agitarlos sin piedad.

Un invierno, ambos, el chico y la chica cayeron enfermos de una terrible gripe, y tras pasar semanas entre la vida y la muerte, perdieron toda memoria de los años primeros. Cuando despertaron sus cabezas estaban vacías como la alcancía del joven D. H. Lawrence.

Eran dos jóvenes brillantes y determinados, a través de esfuerzos continuos pudieron adquirir de nuevo el conocimiento y la sensación que los calificaba para volver como miembros hechos y derechos de la sociedad. Gracias a dios se convirtieron en ciudadanos modelo, sabían transbordar de una línea del metro a otra, eran capaces de enviar una carta de entrega especial en la oficina de correos. De hecho, incluso experimentaron otra vez el amor, a veces el 75% o aún el 85% del amor.

El tiempo pasó veloz y pronto el chico tuvo treinta y dos, la chica treinta.

Una bella mañana de abril, en búsqueda de una taza de café para empezar el día, el chico caminaba de este a oeste, mientras que la chica lo hacía de oeste a este, ambos a lo largo de la callecita del barrio de Harajuku de Tokio. Pasaron uno al lado del otro justo en el centro de la calle. El débil destello de sus memorias perdidas brilló tenue y breve en sus corazones. Cada uno sintió retumbar su pecho. Y supieron:

-"Ella es la chica 100% perfecta para mí."

-"Él es el chico 100% perfecto para mí."

Pero el resplandor de sus recuerdos era tan débil y sus pensamientos no tenían ya la claridad de hace catorce años. Sin una palabra, se pasaron de largo, el uno al otro, desapareciendo en la multitud. Para siempre.

Una historia triste, ¿no crees?

Sí, eso es, eso es lo que tendría que haberle dicho.




Como veis, hay cosas que se sienten, no se saben, y son verdaderas aunque no las sepamos. Por supuesto, el relato invita a una reflexión más profunda en la que tendrían cabida desde el carpe diem hasta componentes sociológicos, pero eso ya os lo dejamos a vosotros para la sección de comentarios, un poquito más abajo. 

Comentarios

  1. ¿De verdad? Me alegro mucho :) Está magníficamente narrado y creo que da bastante profundidad al hecho de cruzarnos con el resto de personas por cualquier calle de cualquier lugar. ¡Gracias por comentar!

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